lunes, 27 de abril de 2009

Los reconocibles.

Ahora lo entiendo, tanta falsa imprudencia de los conductores, todas las nuevas faldas cortas de las monjas, esos timbres a recreos prematuros y los grafiti semi erectos que una mujer acariciaba sutilmente mientras terminaba su paseo por la cuadra.
Estoy sonriendo en un salón blanco, una única silla en la mitad confía que alguien se siente prontamente con agitación de moralidad perdida.
Se ha decretado el cierre de todos los psiquiátricos de la cuidad. A las dos de la tarde sale la caravana de autos con profesionales a bordo hacia la ciudad siguiente, los que aquí quedamos ya no somos gente como se la conoce en las noticias y si vinieras aquí te llamarían como el arrebato de otro y no por tu nombre. No hay policías sino enanitos verdes sin éxito musical, y todos quieren ser como la gorda fatídica del cementerio, un acento expatriado, una concienzuda elección.

Fui a recoger los víveres del almuerzo. Ta Vez no lo sabes, pero entre tú y yo todo se proclama según la frecuencia con la que ingerimos el mundo. Ahora voy a tragarme la paciencia de un campesino, la matemática avara de algún comerciante, la calidez de la herencia recetaría, voy a ocultarme tras un paladar universal en la garganta tubular de una mujer simple.

Acabo de ver pasar una idea que arrastraba a un hombre por el pavimento y a un perro que lamia la estela de sangre moribunda de los seres torturados. Era de suponerse que atropellaran al transeúnte distraído o que yo cruzara los límites del secreto.
Clausurada la normalidad ciudadana empezaron a verterse como leche a punto de ebullición de las calderas de nuestros sesos toda la fe y el pecado que se embute la gente mientras se alargan en este criadero de estaturas sin grandeza.
Estoy curando mis heridas, la última idea que se me escapo casi acaba por obligarme a confluir con una extraña que había visto una o dos veces en toda mi vida; tenia la melena negra y ondulada, hoy cuando la vi al final de su cabello colgaban incógnitas en punta; me dio miedo, mi idea y yo forcejeamos, gane, la encerré victoriosa en un cuartito aislado… ahora esta haciendo ese ruido insoportable, chillón, se frota contra las baldosas.